LA HISTORIA FAMILIAR Y EL DESAFÍO DE HONRAR LA TRADICIÓN
Los abuelos maternos de Diego nacieron, se conocieron y se casaron en Calabria. Durante casi dos décadas trabajaron en los viñedos de Il Varone: el mayor terrateniente de la zona, cosechando uvas y haciendo otras labores de cuidado de las viñas el resto del año, de la misma manera que habían hecho sus padres, los bisabuelos de Diego. Sin dudas, esto forjó el espíritu vínico.Por otra parte, sus abuelos paternos también fueron viticultores en Sicilia. Quienes, después de la segunda guerra mundial, deciden emprender un nuevo rumbo. En 1963 llegan a la Argentina junto a su hijo Felipe (padre de Diego), con un breve paso de algunos meses en Brasil. Al poco tiempo, Felipe se enamora de Dominga Peronace (madre de Diego), conformando así otra gran típica familia argentina con profundas raíces italianas.
Como buenos inmigrantes, desde su arribo al país buscaron mantener vivas sus costumbres, sobre todo alrededor de la mesa familiar. “En el año 2000, y después de mucho sacrificio, mis padres pudieron regresar a Italia, reencontrarse con parientes y amigos, y compartir con ellos sus vinos. Muchos, guardados por 20 años en las mismas barricas”, relata Diego Mastrantonio.
Al regresar a Argentina, los padres de Diego quisieron imitar a sus amigos italianos, y comenzaron a hacer vinos en su casa con uvas compradas en el Mercado Central. “Crecí tomando esos vinos caseros que, si bien no eran tan placenteros al paladar, cimentaron mi pasión”, cuenta Diego Mastrantonio. Así fue como en 2012 comenzó a recorrer Mendoza para llevar adelante su proyecto y, un año después, descubrió en el Valle de Uco los cimientos de su nuevo desafío.
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