Crítica “Fontanarrosa, lo que se dice de un ídolo”

Protagonizada por Luis Machín, Gastón Pauls, Catherine Fulop, Dario Grandinetti, Dady Brieva, Julieta Cardinali, Pablo Granados, Jean Pierre Noher, Claudio Rissi, Mario Alarcón, Chiqui Abecasis, Raúl Calandra, Ivana Acosta, Kate Rodríguez. Dirigida por  Gustavo Postiglione, Hugo Grosso, Héctor Molina, Néstor Zapata, Pablo Rodríguez Jáuregui y Juan Pablo Buscarini.

Estrenada en el décimo aniversario de su muerte, la película es un homenaje tanto a los cuentos como a las historietas de Fontanarrosa. Y quién mejor para homenajearlo que seis directores rosarinos, cada uno asignado un cuento distinto.

Los cuentos que participan en el film  son: Vidas privadas, No sé si he sido claro, El asombrado, Sueño de barrio, Elige tu propia aventura y Semblanzas deportivas.

La realidad es que no se le hizo justicia al autor debido a que se eligieron cuentos muy viejos, con un sentido del humor que ya no va con los tiempos que corren. Las historias se apoyan en lugares comunes que, a pesar de que forman parte del estilo del autor, no era prudente que forme parte de la película: chistes machistas (En Sueño de barrio casi todos los chistes giran en torno al personaje de Bermudez haciendo de mujer, como si fuese super humillante), transofóbicos (en Elige tu propia aventura, una parte donde el protagonista debe adivinar si la chica con la que está hablando es o no es un travesti, como si fuese un monstruo que debe evitar), alabanza a la cultura de la violación (En Sueño de barrio, se escuchan todas las frases típicas con la que una chica debe lidiar si quiere denunciar un abuso sexual/violación: recalcar que ella tenía una pollera muy corta, que ella provocó al muchacho), mitos urbanos ya descartados sobre los genitales masculinos (En No sé si he sido claro, básicamente se habla de un pene del tamaño de un dorado, donde se pone como que lo único importante en un hombre a nivel sexual es el tamaño del miembro, cuando se sabe que el sexo no es solo la genitalidad) y se justifica la violencia entre hombres porque “uno le sacó la mujer a otro” (como si no fuese elección de la mujer con quién quiere estar), refuerzan los celos y el control en la pareja (en Vidas privadas un hombre le plantea a su mujer que no quiere que hable se su intimidad en su grupo de terapia, planteo por demás arcaico en el día de hoy), gordofobia (donde todo el chiste de la historieta animada es que el arquero era obeso) y podemos seguir hasta mañana.

A pesar de todo esto, hay algunas cosas que merecen ser rescatadas: los recursos utilizados en Vidas privadas son excelentes; desde el trabajo de cámara, pasando por el uso de los primerísimos primeros planos, los encuadres y la edición, la obra que se analiza a sí misma a nivel historia, lenguaje y actuación.

La combinación  de estéticas actuales y más antiguas en El asombrado: autos de la década del 60 con escenas dentro del mismo filmadas como esa época, con el auto fijo y los efectos visuales alrededor para generar la ilusión del movimiento. También a la hora de la tecnología: el protagonista teléfonos a disco y con cordel mientras que lo llaman desde teléfonos celulares. Destacables también son los maravillosos chistes de traducción.

El efecto del “relato dentro de un relato” en Sueño de barrio también le agrega mucho a la historia, especialmente en el momento donde el protagonista cuenta su relato y se puede ver al comisario al que se lo está contando dentro de su historia, un espectador externo pero interno a la vez.

Rescatable también es una de las primeras animaciones de Semblanzas deportivas, la del “Conejo” Fumetti, que emociona hasta las lágrimas ya que trata de uno de los pocos temas que toca Fontanarrosa que pueden pasar la prueba del tiempo: la familia.

Por último, no se puede negar que la forma en Fontanarrosa mezcla el lenguaje formal, la descripciones futbolísticas, el lenguaje informal y el lunfardo hecho  con descripciones como: “con la magnificencia de un avión herculino, el gordo se eleva por los cielos…” o “…vuela como una garza, una gacela de 270 kilos”.

por Daniela Barri