Queda el sabor de lo insuficiente… No sólo porque la obra dura inesperadamente 29 minutos, sino porque el mensaje de la puesta en escena queda inalcanzable, inconexo, como inexistente.

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La antesala de la obra promete. Le antecede un escenario bien montado, en tonos rojos y negros que transmiten la seriedad de lo que una esperaría de la versión de una obra de Albert Camus. Podría congelarse todo allí. La atmósfera es existencialista, teatro chico que invita a mirar nada más al escenario, favorecedor de la intimidad. Pero la entrada del actor, el conocido Cruz Zaikoski, ya contradice, hace sospechar: suenan dos canciones populares, y Cruz intenta cierto baile burlesco que no focaliza en un objeto, ni siquiera de crítica. Comienza la sensación de lo inatrapable del mensaje.

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Una comunidad invadida por la peste, un hombre que reflexiona desde la distancia. En la puesta se recurre a unas fotografías y la lectura. Sí, sí, Cruz lee escritos detrás de cada fotografía, rompiendo con la idea del teatro clásico, pero de forma…insuficiente. Cuando alguna idea pareciere que va a llegar, que va a atravesarnos por fin, otra mueca burlesca, incomprensible, rompe el encanto.

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Ensayo sobre la peste se acerca demasiado a lo animalesco, se imita a un gallo, a un bebé. Es literal respecto a la transmisión de la peste, se detalla a las moscas portadoras de la enfermedad, la puesta de los huevos en los orificios humanos. Pero, queda la sensación de que falta algo por ser narrado, incluso sugerido… tal vez las consecuencias en lo simbólico, y especialmente la emoción.

Por Dalia Virgili Pino