Crítica de “¿Qué invadimos ahora?”

Lágrimas y risas. Ambas cosas logra arrancar de los espectadores el conocido director Michael Moore en su último documental ¿Qué invadimos ahora? La consigna es simple: para dejar de gastar millones de dólares en las Fuerzas Armadas y seguir perdiendo guerras, propone un ejército de un solo hombre (él mismo) dirigido a invadir países que “pueda pronunciar” en busca de ideas para aplicar en Estados Unidos y así mejorar el estilo de vida.

Como es de esperar a la hora de ver una película de Moore, no terminan de pasar los títulos introductorios que las risas ya se empiezan a escuchar. Sin ser vistoso desde el punto de vista del montaje o de la producción, con entrevistas simples y claras, logra cumplir su primer objetivo: explicar hacia dónde va. El director decide visitar países europeos con el fin de plantar la bandera estadounidense y tomar como propias las soluciones que encontraron para problemas que atañan a todo el mundo y específicamente a los Estados Unidos. Drogas, discriminación, educación, condiciones de trabajo, entre otros.

El tono del documental es extremadamente relajado, hasta feliz. Michael Moore conduce las entrevistas con la simpatía que lo caracteriza y se deja ver sorprendido al escuchar lo distinto que se vive en Europa. Por ejemplo, cuando en Italia le cuentan que las vacaciones son pagas por ley y que existe el aguinaldo; primera idea que decide tomar y por la cual plantar la bandera americana en territorio italiano.

En su versión más inocentona y divertida, Moore logra llevar al espectador a una gira europea llena de sensaciones encontradas. Hace una fuerte crítica al sistema estadounidense en varios sectores importantes pero siempre desde la posición de plantear soluciones. Muestra y cuenta historias conmovedoras, de superación y grandeza, dignas de querer copiar. Alcanzando los picos más altos de emoción hacia el final de la película. Con su humor clásico logra sacar sonrisas mientras a uno se le caen las lágrimas, mezclando los sentimientos y generando así un mayor disfrute en la audiencia.

El documental es didáctico, divertido y emocionante. Dos horas que se pasan volando y que dejan mucho en lo que pensar. Tal vez consiguiendo instalar la idea de que en este momento el sueño americano se vive en muchos lugares menos en la cuna de su creación. Imperdible.

por Guillermina Ramella