La historia de una familia de gastronómicos que empezó de cero y hoy triunfa en Argentina y España

La saga de los Fernández arrancó con un inmigrante gallego que, con ganas de progresar, logró un imperio gastronómico que, ahora, se expande hasta España. Puerto Cristal, uno de los restaurantes más emblemáticos de Puerto Madero, logró consolidarse como un referente en la gastronomía porteña.

 

Fundado en 1995 por José Luis Fernández, un inmigrante gallego que llegó a Argentina en los años 50, el restaurante no solamente es el único de la ciudad que ofrece langosta en su menú, sino que también encierra la historia de un sueño familiar atravesado ya por tres generaciones. Hoy, bajo la dirección de su hija Karina Fernández, Puerto Cristal sigue evolucionando, manteniendo viva la visión de su fundador y adaptándose a los desafíos del sector gastronómico.

Karina Fernández comparte la historia de Puerto Cristal, que comenzó con su padre que llegó a Argentina a “hacerse la América”.

 

 

Desde el barco que lo traía, divisó un espacio junto al río y proyectó mentalmente un restaurante vidriado con identidad de puerto. Como muchos inmigrantes de la época, Don Luis supo a temprana edad qué gusto tiene el hambre y cómo duele la panza vacía y entonces trabajó incansablemente para salir adelante y alcanzar su sueño.

Fue bachero, trabajó doble turno y hasta llegó a dormir en el sótano de una de las pizzerías en las que lo emplearon. No obstante, Pepe, el dueño de esa pizzería, viendo lo laborioso y trabajador que era, lo fue formando en el negocio.

Pocos años después, asociado con Gianni Furlan, el hijo de su mentor y con el apoyo de esposa, María Luján –argentina y peluquera de profesión- fueron  abriendo locales propios, como la Pizzería San Carlos, Café Victoria, Torino, Alameda, Callao 27, Oriente y Río Rhin que se convirtieron en pilares de la gastronomía porteña, muchos aun funcionando.

Fue en 1995 cuando José Luis Fernández inauguró Puerto Cristal, un restaurante de 1.000 metros cuadrados con paredes transparentes, muy distinto al elegante local que es hoy. “Empezó siendo pizzería con formato de restaurante”, recuerda Karina, “pero se fue reversionando a medida que Puerto Madero empezaba a ser el barrio joven sofisticado de la ciudad. “Hoy, Puerto Cristal emplea a más de 50 personas y tiene capacidad para 350 cubiertos.

 

 

Asimismo, el paisaje era mucho más austero, solo estaba el vecino y colega Rodizzio, los silos de la Junta Nacional de Granos (testimonio fiel de aquel granero del mundo) y el Hotel de los Inmigrantes, parada obligada que tuvo que hacer el joven Don Luis para dejar registro de su ingreso a esta “tierra prometida”.

Ciertamente, en la década del 90 fue cuando se realizó la gran obra de reciclado portuario que convirtió a Puerto Madero en el barrio número 48 y fue cuando se refuncionalizaron los viejos galpones ingleses que servían para almacenar mercadería que se dio paso a los primeros restaurantes.

Un legado familiar que continúa

Sin embargo, la historia de los Fernández enfrentó sus propios desafíos. En 2004, Don Luis empezó a tener problemas de salud y Karina, desoyendo el consejo de su padre, decidió renunciar a su exitosa carrera como abogada para tomar las riendas del negocio familiar. “Reuní a los empleados y les dije: ‘De gastronomía, lo único que sé es comer, pero si me enseñan, vamos a salir adelante'”, recuerda Karina, quien tuvo que insistir para que su padre se retirase y se dedicara a curarse y descansar.

 

 

Finalmente, aceptó y Karina, al poco tiempo de estar a cargo, pudo comprobar cuánta razón tenía su padre cuando le decía que la vida del gastronómico era muy sacrificada. Durante años, Karina equilibró su rol como madre y empresaria, con jornadas que comenzaban a las 7 de la mañana y terminaban pasada la medianoche; incluso los fines de semana.

No obstante, no solamente continuó el negocio familiar, sino que también imprimió su estilo personal en el restaurante, cuidando cada detalle, desde la pulcritud de los manteles hasta la disposición de las flores en cada mesa. La profesionalidad del equipo también es un sello distintivo: el chef y dos mozos trabajan en Puerto Cristal desde el primer día, cuando José Luis cortó la cinta inaugural.

En cuanto a los desafíos económicos y las cíclicas crisis de nuestro país, Karina asegura que la más dura de afrontar fue la que dejó la Pandemia de Covid 19. Y si bien este año no arrancó con un pan bajo el brazo, señala que desde mayo comenzó el repunte para su restaurante.

“No tanto como en otros años, pero nos está yendo bien, ya que están volviendo los tradicionales clientes brasileños y europeos que empiezan a tener más confianza en relación con el tema de la inseguridad, aunque todavía les resulta caro el traslado y la indumentaria”, afirma.

Puerto Cristal sigue atrayendo a turistas y locales no solo por su ubicación privilegiada, sino también por una propuesta gastronómica que abarca desde un menú ejecutivo al mediodía por $10.000 hasta opciones más sofisticadas, como un menú completo de $31.000 que incluye entrada, plato principal, postre, y café más agua o gaseosa. La carta exhibe platos que arrancan de los $15.000 y el ticket promedio del restaurante ronda los $30.000, una cifra accesible para quienes buscan una experiencia única en Puerto Madero.

 

 

Un futuro entre generaciones y fronteras

A pesar de las oportunidades de expansión en Argentina, Karina ahora prefiere disfrutar del presente y de su vida personal, especialmente ahora que se prepara para la llegada de su primera nieta, la que la convertirá en abuela. Sin embargo, el legado familiar sigue creciendo: en noviembre 2021 su hijo Rodrigo, que aprendió el oficio acompañando a su abuelo a los locales desde su infancia, abrió una sucursal de Puerto Cristal y luego dos restaurantes más, Tatanegro y Niccia, todos en Málaga (España). Mientras tanto, su hermano Federico continúa gestionando La mejor dupla, la pizzería que Rodrigo tenía en Belgrano y que ahora su hermano replicó también en Colegiales.

Lorena, hermana de Karina, también lleva la pasión familiar en la sangre, dirigiendo con éxito la Pizzería San Carlos. Además, Karina gestiona también la pizzería Alameda, en Avenida de Mayo.

¿Qué pensará aquel gallego laborioso que hace 70 años abrió un camino de doble vía? ¿Habrá estado su mano detrás del proyecto comercial de su nieto en España? Imposible saberlo, pero, seguramente, estará orgulloso no solamente por legar referentes de gastronomía porteña y emporio gastronómico que da trabajo a cientos de familias, sino también por sembrar con Puerto Cristal en cada integrante de los Fernández la pasión necesaria que hace del universo gastronómico un modo de vida, ya sea en Puerto Madero o en Málaga.