En la Argentina, los oficios gastronómicos viven una transformación cultural: se profesionalizan, se visten a la moda y se convierten en protagonistas de una escena urbana que combina saber hacer, diseño y nuevas formas de consumo.
En pocos años, oficios históricamente ligados al trabajo manual y silencioso pasaron a ocupar el centro de la escena gastronómica y cultural. Panaderos, baristas y sushiman dejaron de ser figuras invisibles para convertirse en verdaderos protagonistas del consumo urbano. Jóvenes, creativos y técnicamente formados, encarnan una nueva generación de profesionales que combina oficio con identidad estética, redes sociales, cocinas abiertas y una puesta en escena cada vez más sofisticada.
Ya no se trata solo de preparar un café, amasar pan o armar rolls con precisión milimétrica. Se trata de una experiencia integral: el ambiente, la música, la estética del local y hasta el look del profesional son parte de un nuevo paradigma que une calidad, autenticidad y estilo.
Baristas: alquimistas del café con look millennial
Según datos del gobierno porteño, entre enero de 2023 y julio de 2024 se habilitaron 3.161 nuevos locales del rubro Bar-Confitería, muchos de los cuales ofrecen café de especialidad. En barrios como Villa Urquiza, ya hay más de 30 cafeterías de especialidad, con una cada cuatro manzanas.
Este fenómeno va de la mano de una figura clave: el barista. Profesional formado, obsesionado por el origen del grano, el método de extracción y la temperatura exacta de la leche, el barista hoy es una figura aspiracional. Participa en competencias, estudia la química del café pero también comunica su pasión por Instagram, elige playlists para el local y viste con impronta personal.
“Hoy el barista tiene este rol fundamental gracias a la revalorización que tuvo el propio producto. En este sentido se busca cuidar la calidad en todo el proceso, desde el cultivo hasta la taza de café que llega al cliente. Antes, en muchas cafeterías, el café lo sacaba un camarero o el cajero, con una capacitación básica. Hoy, en cambio, en las cafeterías de especialidad buscamos que ese rol lo cumpla una persona muy formada que sepa transmitir conocimientos al resto del equipo. Eso asegura que el café servido y la experiencia general sea excelente”, explica Fernando Pérez Solivella, socio del café de especialidad Fulgor Café.
El sushiman: precisión, técnica y diseño
En paralelo, el sushi se masificó y con él, la figura del sushiman cobró protagonismo. La Cámara de Restaurantes, afirma que el segmento de sushi creció un 40% en los últimos dos años en Argentina. Ya no es un lujo exótico: es una opción cotidiana, fresca y saludable para una parte creciente de la población.
En ese contexto, los sushiman dejaron de trabajar en la trastienda para ocupar un rol visible. Las barras de sushi están cada vez más integradas al salón. La precisión estética del sushi encuentra su correlato en la presentación del chef: peinados cuidados, delantales minimalistas, cuchillos afilados con obsesión japonesa y formación profesional. La cocina japonesa impone un estándar visual y técnico que fascina a los nuevos cocineros urbanos.
Según Roy Velarde, Sushiman Ejecutivo de Otaku Sushi “las cocinas son el corazón del servicio. Para lograr que cada mesa reciba una gran experiencia tanto en sabor como en presentación es clave la formación. Nosotros capacitamos a los sushiman, hacemos escuela y buscamos que cada uno pueda hacer carrera y crezca a nivel profesional sumado a un clima de trabajo distendido. En nuestra cocina hay música, buena onda y mucho respeto, y eso se traduce en el clima que se genera en cada local”.
El panadero como artista
Impulsado por la cultura de la masa madre y los ingredientes nobles, el oficio del panadero vive un renacimiento. Ya no se lo asocia con madrugones anónimos y hornos industriales, sino con fermentaciones largas, harinas orgánicas y hornos a la vista. En barrios como Chacarita, Villa Crespo y Colegiales proliferan las panaderías boutique donde se hornea a la vista del cliente y se cuida tanto el producto como la estética del espacio.
Allí, los panaderos se muestran como alquimistas contemporáneos: publican sus procesos en redes, asisten a ferias, dan talleres y visten delantales de jean, gorras planas o kimonos japoneses. La panadería se volvió performática, sin perder su exigencia técnica ni su respeto por el trabajo artesanal.
“Hoy todo está estetizado y la comida no le escapa al fenómeno de las redes sociales, En mi caso prefiero contenido por sobre la forma. Buscamos que sea rico principalmente, pero si también es lindo y estético, genial. Merendar se convirtió en una experiencia de orden aspiracional y es una de las patas que permitió el boom de esta dinámica”, asegura Santiago Martin, panadero de Insólito Café, una propuesta que permite ver desde el salón cómo se amasan los panes y se elabora la pastelería.
Cocina abierta, profesionalismo y redes
El hilo común entre estas profesiones es la exposición. En la era de las cocinas abiertas y las redes sociales, el trabajo del panadero, barista o sushiman es parte del espectáculo. El proceso importa tanto como el resultado. La puesta en escena, la curaduría musical, el uniforme, la estética del local y hasta los tatuajes del cocinero comunican una identidad que el público valora y busca.
A su vez, la profesionalización crece: cada vez más jóvenes optan por formarse en escuelas especializadas, hacen pasantías en el exterior, participan en competencias y construyen carrera como cualquier otro profesional. Lo artesanal no está reñido con lo académico: lo potencia.
“En Otaku Sushi vemos una gran cantidad de gente joven interesada en formarse en el rubro gastronómico. Mientras antes no era una profesión muy valorada hoy vemos que ser sushiman, por ejemplo, cobró un nivel de status laboral alto, es una profesión que se volvió aspiracional. Es parecida a la transformación que vivió años atrás el bartender”, comenta Velarde.
Este fenómeno refleja un cambio más amplio en la manera en que se valora el trabajo. Hoy, los oficios gastronómicos son fuente de orgullo, creatividad e innovación. Representan una forma de vida que conjuga saber, pasión y autenticidad. Son también una respuesta frente a la estandarización y lo masivo: una reivindicación de lo hecho a mano, con tiempo, con historia.